Agitación mozárabe en Córdoba


Los investigadores que vienen estudiando el desarrollo de las relaciones cotidianas entre los seguidores del Islam y de Jesucristo en al-Andalus en el siglo IX son actualmente conscientes de que no resulta posible aplicar el moderno sentido de la palabra tolerancia cuando se enjuicia esa relación entre dos culturas muy distintas. El estudio de las fuentes cristianas de la época trasluce que esa tolerancia, que por otro lado se ha convertido en un tópico usual al referirnos a la sociedad islámica medieval, tenía realmente un significado pobre, en la medida en que los cristianos se habían convertido en una minoría oprimida por las cargas fiscales y estaban, además, mal considerados socialmente. Otra cosa, sin embargo, es que ese modesto grado de tolerancia alcanzado entre las dos religiones, modesto en la medida en que lo comparamos con la moderna noción de tolerancia, hubiera sido impensable en cualquiera de las ciudades cristianas del momento. 

Las palabras de San Eulogio, extraídas del “Memorialis Santorum” y que nos remiten a los tiempos del emir Muhammad I, en torno al año 852, nos introducen en el conocimiento del desarrollo de esas tan controvertidas relaciones entre culturas: "Mientras iba en aumento la cruel persecución del emir contra los cristianos y los maltrataba sin piedad, contra lo que se esperaba, como no podía hacerlos caer a todos en la apostasía, dio orden de derruir las iglesias recién construidas y de abolir los cultos que se celebraban en las antiguas basílicas, cultos que habían ido acrecentándose cada día más desde que dominaban los árabes. Aprovecharon esta oportunidad los ministros de las tinieblas y destruyeron los templos que habían construido con mucho trabajo y arte nuestros antepasados en tiempos de paz y que llevaban ya más de trescientos años en pie". 

A mediados del siglo IX la sensación de opresión económica y aislamiento social, junto con la toma de conciencia por los predicadores cristianos de que el proceso de islamización de la sociedad de al-Andalus avanzaba de manera imparable, habría de producir una consecuencia insólita. Los mozárabes cordobeses, animados por sus dirigentes religiosos, iniciaron un movimiento de enfrentamiento radical con el Islam que conduciría a muchos de ellos a solicitar el martirio voluntario, exaltados hasta lo increíble por hombres como San Eulogio y San Álvaro y ante la extrañeza de los propios jueces musulmanes, que no podían entender ese comportamiento irracional y extremista de los cristianos. 

Habría de ser el martirio de San Perfecto, en el año 850, reinando Abd al-Rahman II, el que desencadenaría el proceso de enfrentamiento radical de los mozárabes cordobeses contra los jueces del Islam, proceso que supondría años de dolor y sufrimiento para la comunidad cristiana que vería como sus miembros más exaltados morían en el martirio. Perfecto, hombre muy versado en las ciencias eclesiásticas gracias a muchos años de estudio en la cordobesa escuela basilical de San Acisclo y perfecto conocedor de las enseñanzas del Corán, contestó de manera contundente a los requerimientos que varios musulmanes le hicieron, deseosos de conocer su opinión acerca del profeta Mahoma. Nuestro hombre, no demasiado prudente, no tuvo reparos en hacer saber que Mahoma era al juicio de los cristianos un fementido profeta que con sus embustes estaba engañando a muchos buenos musulmanes. La vida y los hechos de Mahoma confirmaban las sagradas enseñanzas del Evangelio, "porque se levantarán falsos profetas en mi nombre y seducirán a muchos y darán señales grandes y prodigios, de tal manera que engañarán, si es posible, aún a los escogidos". Para el sacerdote cordobés y para tantos otros que luego habrían de seguir sus pasos en el martirio, Mahoma no era sino uno de los falsos profetas anunciados por nuestro Libro Sagrado, principal falsario seducido por las hechicerías, dado a embaucamientos y falsos ritos. Las consecuencias no se hicieron esperar y pronto Perfecto fue ajusticiado. Su cuerpo, según nos ha transmitido San Eulogio, recibió sepultura en la basílica de San Acisclo, entre los cantos de los religiosos y los honores del obispo y de los clérigos. Excavaciones dirigidas en los últimos años por Rafael Hidalgo en la Zona Arqueológica de Cercadilla han aflorado, precisamente en las inmediaciones de lo que se tiene identificado como planta de esa basílica, abundantes tumbas mozárabes. 


Migraciones mozárabes 

La causa profunda que motivó a mediados del siglo IX esta esplendorosa oleada de petición voluntaria de martirio de los mozárabes no fue otra sino la toma de conciencia por los predicadores cristianos de que el proceso de islamización de la sociedad avanzaba de manera imparable. Exaltados por la palabra de clérigos como Eulogio y Álvaro los mozárabes insultaban públicamente a Mahoma y ello se traducía en su inmediata detención. Los calabozos de la ciudad, donde yacían amontonados los confesores de la fe cristiana, resonaban en himnos eclesiásticos y allí, en la prisión, el propio Eulogio, gran cultivador del heroísmo, habría de escribir el “Documento Martirial” para esforzar a las vírgenes Flora y María, también presas, en el tremendo sacrificio de la muerte. 

En su “Indiculus luminosus”, escrito en el año 854, Alvaro de Córdoba recogía su preocupación por el problema que para los cristianos mozárabes suponía la progresiva islamización de la sociedad. En su vida cotidiana los jóvenes mozárabes, de manera paulatina, estaban abrazando las costumbres de los invasores, negándose, por ejemplo, a comer carne de cerdo, o haciéndose circuncidar, en tanto que sus mujeres, al igual que las musulmanas, se tapaban la cara al salir a la calle. Era, además, la cuestión de la lengua y la escritura la que producían hondo pesar en Álvaro. "Entre la gente de Cristo -dirá este confesor cristiano- apenas hallarás uno por mil que pueda escribir razonablemente una carta a su hermano, y, en cambio, los hay innumerables que os sabrán declarar la pompa de las voces arábigas y que conocen los primores de la métrica árabe mejor que los infieles". 

Tras la muerte de San Eulogio, en el año 859, el declive de la comunidad mozárabe fue imparable. El cristianismo se fue debilitando numéricamente por las conversiones y culturalmente por la arabización y la creciente presión del Islam, pero, además, muchos de sus seguidores, entre ellos comunidades monásticas en bloque, decidieron trasladarse, sobre todo en los inicios del siglo X, a las nuevas tierras que los monarcas cristianos del norte estaban arrancando al Islam en el valle del Duero y que por esos años estaban siendo repobladas. Fueron tiempos en que las crónicas musulmanas nos hablan de años de intensas sequías y hambre atroz en Córdoba, lo que, probablemente, obligó a muchos mozárabes a emigrar por razones de pura supervivencia. A modo de ejemplo, por Ibn Idari sabemos que en el año 303 del Islam (915-916) hubo en al-Andalus una gran hambre, alcanzando la miseria de la gente extremos jamás conocidos. En ese año, literalmente, "las epidemias se cebaron en los pobres y resultó imposible enterrar a todos los muertos". 


Arquitectura mozárabe 

Argumentaba Gómez Moreno que los mozárabes, al emigrar de Córdoba, asumieron el protagonismo en la arquitectura religiosa cristiana que entonces nacía en el valle del Duero. Los emigrantes mozárabes habían partido de al-Andalus buscando territorios libres donde iniciar una nueva vida y se integraron con los cristianos del norte en la común tarea de repoblar las tierras fronterizas. Gracias a esa ascendencia mozárabe las nuevas iglesias que se levantaron en las fronteras de León vinieron a recoger las fórmulas tradicionales que se venían utilizando en al-Andalus, muy influenciadas a su vez por los modos de hacer anteriores, propios del mundo visigodo. 

Las fuentes antiguas nos han transmitido que tenían prohibido los mozárabes hacer manifestación pública de sus actos litúrgicos e, incluso, se les negó que pudieran construir nuevas iglesias o reparar las antiguas, es decir, las iglesias cristianas de Córdoba se ubicaban en edificios de tiempos anteriores, tardorromanos o visigodos, ya que los mozárabes tenían prohibido levantar nuevas construcciones destinadas a culto. Simonet nos ha recogido, en ese sentido, la opinión de un jurisconsulto musulmán: "Debe prohibírseles que las reparen o revoquen por la parte exterior; más no así revocar la parte interior y que linda con ellos; más, según otro alfaquí, podrían ser reedificadas las iglesias que se hubiesen demolido injustamente, y no las que se hubiesen caído por sí mismas; más en todo caso, sin aumento ni ensanche alguno, sobre el propio suelo y empleando las mismas piedras y materiales antiguos". Esta información de los cronistas del Islam hace que modernamente una parte de los investigadores, entre ellos Isidro Bango, piense que la influencia de la arquitectura mozárabe en los reinos del norte no fuese tan acusada como tradicionalmente se ha sostenido, ya que parece lógico pensar que los mozárabes de al-Andalus no pudieran llegar a alcanzar una arquitectura de calidad monumental en la medida en que le propia legislación islámica les había prohibido construir templos. 

No obstante lo anterior, parece indudable que los mozárabes debieron conocer, al menos, los caracteres más destacados de la arquitectura musulmana del momento y cuando las comunidades religiosas emigraron a los territorios leoneses en su mente portaban, además, sus propios esquemas arquitectónicos, es decir, el de las iglesias y monasterios que el Islam había respetado en al-Andalus. En palabras de Manuel Gómez Moreno y debido a esa influencia de los emigrantes mozárabes "el arte cristiano habría sido -en los tiempos prerrománicos- una hijuela del arte del Islam". "Las iglesias de entonces en territorio cristiano son, pues, un perfecto reflejo del ambiente social determinado por el influjo absorbente de la España árabe, merced al contacto con los meridionales, antaño sometidos a ella, dándose lugar a un periodo histórico propiamente mozárabe. Y no sorprenda este rendimiento de lo cristiano a lo moro, puesto que, por una parte la Europa del siglo X no estaba en condiciones de transmitir sino barbarie guerrera, y por otra, los Estados cristianos peninsulares, sin excepción, acabaron por acatar la soberanía del Califa".