Umar ibn Hafsun. El nido de águilas de Bobastro


Bobastro, centro neurálgico en los últimos tiempos de los emires andalusíes de las revueltas de Umar ibn Hafsun, estuvo enclavado en la cima de un picacho rocoso, en lo que hoy conocemos como Mesas de Villaverde, en un paraje inhóspito y agreste situado en medio de ningún sitio, en el actual término municipal de Ardales (Málaga), en el entorno del sobrecogedor Desfiladero de los Gaitanes. 

El acceso a la ciudad era muy penoso y sabemos por los cronistas musulmanes, entre ellos al-Himyari, que estaba provista de dos puertas para acceder a las cuales había que subir por duras pendientes teniendo a la vista visiones de vértigo del entorno montañoso. La propia Mesa, situada en la zona más elevada del pico, es una plataforma rectangular que tradicionalmente se ha venido distinguiendo por la abundancia de agua, requisito indispensable para soportar asedios prolongados. Precisamente en la zona más elevada de la Mesa estaba enclavado el castillo de ibn Hafsun. La altura del enclave, su fácil defensa al estar bordeado de precipicios y el abastecimiento de agua hicieron que este nido de águilas de la rebeldía no cayese en manos de los señores de al-Andalus hasta el año 928 cuando, tras haber resistido más de 50 años los ataques cordobeses, Bobastro fue tomado por los hombres de Abd al-Rahman III. 

Umar ibn Hafsun, prototipo hispano de caudillo popular, fue un personaje que surgió a finales del siglo IX en el contexto de los enfrentamientos raciales, religiosos y de culturas de los últimos emires cordobeses. Eran tiempos de confusión ya que al-Andalus estaba integrada por un mosaico de distintas tradiciones en el que a la minoría de las élites árabes se oponían los anhelos y peticiones de bereberes, muladíes, mozárabes y judíos, y todo ello, además, en unos momentos en que iba tomando fuerza la amenaza de los pueblos cristianos de los reinos del norte. 

En este contexto de crisis y enfrentamientos habría de surgir la figura de Umar, que era un musulmán nuevo (muladí) cuya familia tenía sus raíces en un noble cristiano que se había convertido en tiempos no lejanos al Islam. No se sabe con certeza si Umar nació en la propia Ronda o en alguna otra población de las sierras malagueñas, pero ha quedado reflejado en las fuentes que desde muy joven fue un hombre de acción, que tuvo que refugiarse en los inaccesibles parajes serranos tras haber matado a un vecino. En poco tiempo, tras una estancia en el norte de África huyendo de la ley, retornó a los montes y se fue convirtiendo en líder de un movimiento de rebeldía de los muladíes que poblaban estos parajes, que se sentían oprimidos por los emires cordobeses. En unos años el poder central andalusí padecería la amenaza que suponía el alzamiento de Umar y lo cierto es que los emires fueron incapaces de mantener el orden en estas tierras ubicadas entre Ronda y Antequera. Las dificultades para la recaudación de los tributos fueron pronto insalvables y habría de llegar un momento en que incluso la propia ciudad de Córdoba se sentiría amenazada por los rebeldes. 

Por el cronista ibn Idari sabemos que los hombres de esos tiempos, ante la amenaza que suponían las razias de ibn Hafsun, llegaron a pensar que eran un medio de castigo del que Dios se servía para hacer sentir su venganza a sus servidores, que se habían relajado en la práctica de sus creencias. En efecto, ibn Hafsun “apareció en una época turbada, cuando los corazones endurecidos e inclinados al mal buscaban las malas ocasiones y apetecían la guerra civil (fitna). Y por ello –nos dice ibn Idari- cuando se sublevó encontró en las gentes sumisión y disposición para hacer causa común con él.” 

Pronto una multitud de hombres de al-Andalus se agruparon en torno al rebelde, que supo dirigirles arengas que movilizaban el amor propio de los desposeídos: “Desde hace tiempo -les decía- habéis tenido que soportar el yugo de este gobierno que os toma vuestros bienes e impone cargas superiores a vuestras fuerzas. Mientras los árabes os humillan y tratan como esclavos. Pero yo quiero que se haga justicia para sacaros de vuestra esclavitud.” Discursos como este que nos ha transmitido ibn Idari hallaban una favorable acogida entre las masas y fue así como nuestro hombre pudo conseguir la adhesión a su causa de los habitantes de buena parte de las poblaciones y castillos de esta zona de al-Andalus. También se unieron a la rebeldía muchos bandoleros y hombres turbulentos, a quienes ibn Hafsun había logrado atraer con la esperanza de obtener prontas y fáciles riquezas. 

Desde Bobastro, en un picacho inaccesible situado no lejos de los llanos de Antequera, Umar ibn Hafsun tenía un acceso rápido a las campiñas del Guadalquivir y a la Vega de Granada, de modo que durante medio siglo tuvo en jaque a los emires andalusíes que enviaban a sus mejores hombres a estrellarse contra el nido de águilas en el que Umar reinaba. Solamente cuando habían pasado diez años de su muerte habría de ser capaz Abd al-Rahman III de conquistar Bobastro a sus hijos, que seguían encabezando la rebeldía. Sería ahora, tras tomar la ciudad de ibn Hafsun, cuando el emir se proclamaría califa de al-Andalus. 

Según las noticias de ibn Idari, Umar ibn Hafsun, además de un hombre turbulento y azote de los buenos musulmanes, fue un jefe que supo como atraerse el afecto de sus seguidores, a los que trataba con deferencia. Sabía que habían estado explotados por los árabes y para conseguir su apoyo incondicional los trataba con respeto. Así mostraba especial deferencia hacia las mujeres, de las que se afirma que en sus dominios podían viajar de una población a otra con su dinero y sus bienes sin que nadie intentara molestarlas. Umar empleaba la pena de muerte sin miramientos como castigo, dando todo su valor tanto a la palabra de un hombre como de una mujer. Todos, incluso sus propios hijos, estaban afectos a las prescripciones de sus normas de justicia. Solamente actuando de ese modo bondadoso pero también inflexible, actitud propia de un caudillo popular, pudo convertirse en líder de las explotadas masas humildes andalusíes. 

Sin embargo, cuando corría el año 889 ibn Hafsun decidió convertirse al cristianismo, lo que de algún modo habría de suponer el principio de fin de su movimiento. El hombre que gobernaba en las coras de Rayya, Elvira y Jaén, y que era señor de poblaciones como Archidona, Baeza, Úbeda, Priego y Écija habría de ver como muchos de sus partidarios, muladíes sinceros a las creencias islámicas, le abandonaban. Umar, sin embargo, llegaría a fallecer de muerte natural cuando corría el año 917 sin que su reino hubiera sido conquistado por sus enemigos. Se dice que fue enterrado en la basílica de Bobastro, de acuerdo con los ritos cristianos. 


Basílica de Bobastro 

Los vestigios de la basílica cristiana que se conservan en una de las laderas de las Mesas de Villaverde constituyen la muestra más brillante de la arquitectura mozárabe andaluza. Para acceder a ella el viajero debe seguir la carretera que desde Ardales se dirige a El Chorro, tomando antes de llegar a ese lugar un desvío señalizado a la derecha que conduce directamente a las Mesas de Villaverde. Habrá de aparcar en un pequeño espacio situado junto al cartel indicativo de las ruinas de Bobastro, que aparecerá de nuevo a nuestra derecha, e iniciar luego la ascensión por un sendero que en sus primeros tramos, desde la carretera, se ve facilitado por unos peldaños labrados en la roca. El sendero, de unos cientos de metros, va serpenteando por el monte y conduce sin dificultad al lugar donde se alzan los restos de la basílica no sin antes haber transcurrido junto a diversos tramos de murallas de la antigua ciudad. 

Se trata de un templo que se integraba en un monasterio que habría sido construido antes de la llegada de Omar ibn Hafsun a estos parajes, continuando una tradición eremítica que se remontaba a tiempos antiguos. El conjunto monástico estaba fortificado y de las bases de sus murallas y torres se conservan todavía vestigios muy interesantes. 

En el espacio central del conjunto monástico se aprecian en nuestros tiempos los vestigios de lo que hubo de ser un amplio patio, quizás el claustro, del que todavía se pueden contemplar el aljibe en el que se almacenaba el agua y algunos silos para cereales. En uno de los lados de ese patio se sitúan los restos de la basílica, en donde habría sido convertido al cristianismo ibn Hafsun, que constituye una bella muestra de arquitectura rupestre, excavada en la roca, siguiendo posiblemente esa tradición eremítica del entorno de la que antes hablábamos. 

Este templo de Bobastro tiene planta de tipo basilical y está dotado de tres naves, siendo la central de mayores dimensiones. Están separadas por diversos pilares y arcos de herradura, y cuentan con una cabecera que está dotada de tres capillas. De este interesante edificio no podemos sino destacar el transepto, destinado a los ritos mistéricos propios de la liturgia mozárabe, y las cancelas que separan las diversas naves y ábsides. Todo ello tuvo que producir en su tiempo una sensación clara de compartimentación del conjunto, en el que sobresale igualmente la jerarquización de los espacios, que se adaptan al propio desnivel del terreno que desde la cabecera del templo va descendiendo hasta sus pies. Debajo de la basílica se intentó construir una especie de cripta, solo labrada en la roca en una fase inicial, en la que posiblemente descansarían en su momento los restos de ibn Hafsun. Cuenta también el edificio, finalmente, con una interesante tribuna, situada en la planta superior, a un nivel más elevado (más cerca del Reino Celeste), labrada también en la roca y decorada con bellos arcos de herradura por los que en su día entraba la luz en la sala. 


El alcázar de Bobastro 

El cronista ibn Hayyan nos ha transmitido que una vez tomado Bobastro, Abd al-Rahman III ordenó levantar un nuevo castillo, sobre el que anteriormente existía, en el que se había fortificado Umar ibn Hafsun. Con esa actuación pretendía asegurar el pleno dominio de estos parajes inhóspitos una vez que la población levantisca fue obligada a abandonarlos pasando a residir en el llano. 

Los restos de este castillo, muros de sillarejos y vestigios de estuco con decoración a la almagra, se aprecian todavía hoy cuando se pasea por la zona más elevada de las Mesas de Villaverde, en concreto en el costado derecho del aparcamiento al que nos conduce la carretera que hemos venimos siguiendo. Desde este lugar de belleza increíble las perspectivas son impresionantes. Los tajos y precipicios que cercan la elevada meseta nos hablan de la dificultad que habría de suponer para los ejércitos andalusíes aproximarse siquiera a Bobastro. Recomendamos especialmente al viajero que para tomar conciencia de lo inhóspito del entorno en el que nos movemos no dude en desplazarse, tras la visita a las Mesas de Villaverde, al cercano Desfiladero de los Gaitanes, situado en las inmediaciones de El Chorro, donde podrá contemplar bellas perspectivas del cañón excavado en la roca. 

Llama la atención que en la cima de las Mesas de Villaverde, en un paraje increíble, el hombre moderno haya construido un pequeño embalse, que tiene el nombre de la Encantada, con la finalidad de tras una previa labor de elevación artificial de las masas de agua necesarias producir luego energía eléctrica. Las gentes del lugar afirman que cuando se construyó este embalse se destruyeron multitud de vestigios arquitectónicos de tiempos pasados, lo que parece muy razonable ya que en este lugar, una pequeña meseta, es donde hubieron de localizarse muchas de las defensas y viviendas de Bobastro. Por las laderas del picacho, desparramados, abundan los vestigios de viviendas rupestres, unas veces cuevas naturales, otras readaptadas, lo que ha sido tradicionalmente facilitado por la propia naturaleza del terreno calizo, en el que abundan los abrigos y covachas. Por sus dimensiones sobresalen las denominadas Casa de la Reina Mora y Casa de la Encantada. 


Escarnio en Córdoba 

Por la Crónica de al-Nasir sabemos que cuando corría el año 316 de la era islámica (928-929) Abd al-Rahman III, una vez que sus hombres hubieron tomado Bobastro, salió de Córdoba con dirección a esa población de la serranía malagueña. Le guiaba el ánimo de tomar las medidas precisas para asegurar la buena defensa en el futuro de este inhóspito paraje en el que ibn Hafsun primero y luego sus hijos se habían hecho fuertes. 

Una vez que al-Nasir llegó a Bobastro examinó con especial atención las huellas que habían dejado los rebeldes y ordenó borrar todos sus vestigios. Tomó especial interés en dirigirse a la entonces abandonada mezquita y ponerse en oración ante Dios, intentando así reparar los agravios de ibn Hafsun. Nos dice esa fuente que una vez que al-Nasir contrastó que el rebelde había abrazado la religión de los cristianos antes de morir hizo que sus restos fuesen desenterrados, de modo que sus despojos miserables aparecieron dispuestos a la manera cristiana, ya que el cadáver fue hallado mirando al oriente con los brazos cruzados sobre el pecho. 

Asegurado de que ibn Hafsun había actuado como un hombre deshonrado e infame, Abd al-Rahman ordenó que sus restos fuesen trasladados a la Bab al-Sudda (la Puerta de la Azuda) de Córdoba, en donde fueron expuestos para escarmiento de todos una vez quedó claro su secreto de haber adoptado el cristianismo y revelada así la intención perversa que había guiado su rebelde actuación. “Su cadáver –nos dice la Crónica de al-Nasir- fue así colgado entre dos postes en los que estaban crucificados los cadáveres de sus dos hijos, Hakam y Sulayman, que quedaron a ambos lados, estando su padre más alto. Dichos postes no fueron quitados de allí hasta el año 331 (942-943) en que el Guadalquivir, cuando la crecida que aconteció ese año, se desbordó y se los llevó por delante…”